Como si la crisis mundial ocasionada por la pandemia del coronavirus Covid-19 no fuera suficiente para alertar a los gobiernos y a la humanidad sobre sus acciones y decisiones para contenerla, y sobre la forma en que como humanos nos tendremos que relacionar en la “nueva normalidad”, el 25 de mayo de 2020, día en que en Minneapolis, EU, murió George Floyd a manos de un policía, también nació un nuevo movimiento contra el racismo que, al igual que la pandemia, nos debe encaminar a nuevas formas de convivencia.
La muerte de ese ser humano, tras ser sometido brutalmente por el policía Derek Chauvin, no sólo conmocionó por completo a Estados Unidos, al grado que en varias ciudades de esa nación se han levantado en protestas por la violencia racial, si no que el probable asesinato del llamado afroestadounidense, al igual que el coronavirus, ya rebasó las fronteras americanas y ha cimbrado al mundo entero.
Y aunque el racismo y la xenofobia no son algo nuevo en esa nación ni en la humanidad misma, sí se han agudizando en dicho país durante los últimos años, y más todavía, con la campaña entre medio oculta y medio abierta, y en ocasiones muy directa del entonces candidato en 2016, ahora presidente, y nuevamente candidato Donald Trump, contra las personas con un tono de piel oscuro y rasgos latinos, y contra los migrantes de cualquier latitud y su defensa del supremacismo blanco.
Durante la campaña electoral de 2016, que le llevó a la presidencia, Trump no se cansó de relacionar inmigración y delincuencia, acusando incluso a México de enviar a EU “asesinos” y “violadores” y poder justificar de esa forma la construcción de un muro fronterizo que deberíamos pagar los mexicanos.
Expertos aseguran que el triunfo de Trump se debió al electorado racista y xenófobo que había permanecido oculto por ser políticamente incorrecto, pero que con la llegada de Trump como candidato que alentaba sus ideales y su perfil de millonario, resurgieron sus esperanzas al escuchar la promesa velada o no, de que aplicaría códigos raciales disimulados para atraer votantes blancos y políticas que favorecerían a los más ricos.
Trump despertó, alentó y respaldó al movimiento supremacista blanco como ningún otro mandatario lo había hecho en Estados Unidos y la muerte de George Floyd a manos de un policía, es el resultado más reciente.
Y para alentar más todavía la lucha racial el presidente de Estados Unidos le dice a sus ciudadanos: “Lo que pasó ayer (el domingo) fue una vergüenza total”, en referencia a las revueltas de la noche del domingo en la capital del país, cerca de la Casa Blanca.
Trump afirmó que si las autoridades estatales y locales no son capaces de contener los disturbios, está dispuesto a desplegar al ejército.
“Rápidamente resolveré el problema por ellos. Ahora estoy desplegando miles y miles de soldados fuertemente armados, personal militar y agentes de la ley para acabar con los disturbios, los saqueos, el vandalismo, los asaltos y la destrucción sin sentido de la propiedad”.
Además, el presidente afirmó que la reciente “violencia y vandalismo” vista en todo el país tras la muerte de Floyd está siendo liderada por Antifa y otras agrupaciones “radicales de izquierda que están aterrorizando a los inocentes”.
Expertos en política internacional como León Krauze afirman que Trump utiliza el racismo como estrategia electoral, puesto que así ganó la presidencia de Estados Unidos, gracias a una siniestra estrategia de polarización radical. La puso en práctica desde su precandidatura y la podrá en práctica en esta campaña, y si sus adversarios no hacen nada, Trump volverá a ganar, con las consecuencias que eso implique.