¿Alguna vez has escuchado a alguien decir “los hombres no lloran”? Durante años, socialmente hemos reproducido el discurso de que los “hombres de verdad” no deben llorar, pues las emociones y la sensibilidad son para las mujeres o para los débiles.

Esto ejemplifica lo que es la masculinidad tóxica o hegemónica, un término usado en estudios de género que engloba las ideas represivas que la sociedad tiene sobre lo que es ser hombre. Así, muchos de ellos crecen con miedo a enseñar sus emociones y vulnerabilidad.

Los hombres que crecen con estos conceptos, tienen mayor probabilidad de volverse personas violentas, y generalmente desarrollan problemas para expresar su emociones, miedo a la intimidad emocional y tendencias sexuales violentas.

Otros ejemplos de masculinidad tóxica son:

  • En una relación de pareja el hombre siempre debe de tener un sueldo más alto que el de la mujer. Muchas veces estos hombres no dejan trabajar a la mujer porque se sienten amenazados y vulnerables, de esta manera mantienen el control.
  • Hombres y las mujeres no pueden tener una relación de amistad.
  • Si algún hombre sufre o sufrió algún abuso sexual prefiere guardarlo en silencio para no afectar su “masculinidad”.
  • Un hombre no puede reconocer lo guapo o atractivo de otro.
  • Los hombres no deben ser papás solteros, cocinar o ayudar a limpiar la casa.
  • La homosexualidad es repugnante y les cuesta trabajo respetar a la
    comunidad LGBTQ+.

Ideas como estas limitan y reprimen a los hombres creando a un ser violento que muchas veces decide sacar su frustración con las mujeres.

Un verdadero hombre debería de tener la libertad de alzar la voz cuando sufre algún abuso, de poder admitir que un hombre es atractivo sin importar su orientación sexual, de sentirse orgulloso si su pareja gana más que él y, sobre todo, poder expresar sus sentimientos libremente sin que nadie cuestione su masculinidad. Porque al final, los hombres también lloran.

© D.R. Alexandra Stevens, 2019.