La cultura de la violación es un término usado para describir a las sociedades que normalizan la violencia sexual, al ignorarla o minimizarla, e, incluso, fomentarla con actitudes misóginas. Este término usado en la sociología, surgió en la década de 1970 con la segunda ola feminista.

Debido al sistema patriarcal que prevalece en la mayor parte del mundo, tanto hombres como mujeres han asumido que la agresión es inevitable, lo que facilita la cultura de la violación. Así, es común encontrarla en medios de comunicación, redes sociales, chistes, publicidad, cine, en la calle, en las noticias, en las legislaciones y en todos lados.

Algunas de las prácticas recurrentes en la cultura de la violación son el uso cotidiano del lenguaje machista, los piropos callejeros, el manoseo, el acoso sexual, la pornografía. También es recurrente considerar que el hombre es violento por el simple hecho de ser hombre, lo cual justifica sus acciones porque hacemos de una conducta machista algo natural.  

En la cultura de la violación la degradación de la mujer es una constante, ya que se le ve como un objeto sobre el que se tiene poder, control o derecho. 

¿Cómo acabar con la cultura de la violación?

Para poder acabar con la cultura de la violación debemos hacer consciente su existencia, dejando de normalizar las violaciones, el acoso sexual, los tocamientos y otras formas de violencia. En este sentido, te damos algunos consejos para contribuir a eliminarla:

  • Nunca culpes a la víctima. Pensar que una persona fue abusada por “haber bebido”, “andar en la calle”, “vestirse de cierta forma” o “ir con actitud provocativa” fomenta y normaliza la cultura de la violación pues hace que el peso caiga en la víctima y no en el victimario. 
  • Lo contrario a la cultura de la violación es la cultura consensual. Nadie tiene derecho sobre otra persona. Es simple: el sexo, los besos, los piropos y todo lo que hay en medio debe ser consensuado. 
  • Evita chistes, burlas o comentarios frívolos sobre la violación. Si lo haces, le restas importancia al tema y, sobre todo, demuestra una falta de empatía hacia las víctimas, quienes pueden sufrir daños físicos y psicológicos profundos.
  • Enseñar a hombres y mujeres que el sexo no es un tema de dominio o de poder. 
  • No justifiques la actitud abusadora de una persona. Frases como “los hombres son hombres” o “ya sabes como son los hombres” refuerzan la masculinidad tóxica y les quita peso y responsabilidad sobre sus actos. 
  • No sigas el juego de “cosificar” a una mujer. Estamos bombardeados por imágenes de mujeres hipersexualizadas, que se vuelven “objeto” del deseo. Para las mujeres, se convierte en algo aspiracional y para los hombres una pieza que quieren obtener. Cosificar a una mujer la deshumaniza, la pone en el nivel de mercancía y, por tanto, se vuelve vulnerable a la violencia sexual.