El 19 de noviembre de cada año se celebra el Día Internacional del Hombre, una propuesta que inicio en 1992, pero que no fue hasta 1999, que se declaró a nivel mundial por iniciativa del Comité Internacional del Hombre en Trinidad y Tobago.

Su objetivo es trasladar una imagen más positiva del hombre como parte de la sociedad, con la idea de huir de los estereotipos masculinos más tradicionales.

Este día busca promover la salud de los hombres y del niño, la mejora de las relaciones de género, la promoción de la igualdad de género, y la puesta en relieve de modelos masculinos positivos, ya que la Organización Mundial de la Salud afirma que la alta tasa de mortalidad y discapacidad en los hombres es prevenible.

El Comité Directivo del Día Internacional del Hombre entre 2008 – 2009, debatió y ratificó seis objetivos del Día Internacional del Hombre para proteger sus valores centrales y ofrecer un punto de referencia:

  • Promover modelos masculinos positivos
  • Celebrar las contribuciones positivas de los hombres a la sociedad
  • Centrarse en la salud y el bienestar de los varones
  • Poner de relieve la no discriminación contra los hombres
  • Mejorar las relaciones de género y promover la equidad de género
  • Crear un mundo más seguro para todos

La celebración es una oportunidad para prestar atención a los asuntos de salud particulares del género y reflexionar sobre el rol de la masculinidad en la sociedad. Por ello se realizan múltiples campañas mundiales, que escogen este día para romper paradigmas en torno a nuevas masculinidades que no sean machistas ni patriarcales ni violentas.

Modelo hegemónico de masculinidad

De acuerdo con César Torres Cruz, académico del Centro de Investigaciones y Estudios de Género (CIEG) de la UNAM, el modelo hegemónico de masculinidad trae riesgos implícitos para los seres humanos: mujeres, hombres y otras identidades. Eso se hace visible, por ejemplo, en la sobremortalidad de los varones en América Latina, y en las primeras causas de muerte masculina en nuestro país.

En México, los varones tienen mayor probabilidad de morir más jóvenes en comparación con las mujeres. En la capital del país, según un estudio de los institutos nacionales de Estadística y Geografía, y de las Mujeres (2018), su esperanza de vida es cinco años menor.

Las principales causas de fallecimiento de los mexicanos son: agresiones (mueren por hacerse los machos, pelear en la calle, golpearse, etcétera); accidentes de tránsito en vehículos conducidos mayoritariamente por ellos; enfermedad hepática relacionada con el consumo exacerbado de alcohol; y suicidio.

Esas causas se relacionan con género, con un modelo hegemónico de masculinidad, el cual enseña que “ser hombre es equivalente a ser fuerte, arriesgado, temerario, enfrentar el peligro, aunque en la vida cotidiana eso tiene efectos nocivos para nosotros. Por eso es muy probable que muramos más jóvenes, por agredirnos o por no acudir al médico y así demostrar que uno resiste todo el tiempo”, recalca el doctor en Ciencias Políticas y Sociales por la UNAM.

Educación con perspectiva de género

¿Cuál es el significado de ser hombre en la actualidad? La masculinidad es una construcción social que cambia a lo largo de la historia, y que es distinta de un sitio a otro. Poco a poco se generan otros modelos, más cercanos a lo que se considera femenino, donde se establece que llorar forma parte de los seres humanos, igual que sentir ansiedad; donde se vale realizar actividades relacionadas con la fuerza o el riesgo, y las que históricamente se establecen como femeninas. Así se extiende el abanico de la feminidad y la masculinidad, y se propician relaciones de género más equitativas.

Es difícil derrumbar sociedades patriarcales. Por ello, a partir de la infancia se debe brindar educación con perspectiva de género, en la escuela y el hogar. En las primeras etapas de vida se puede promover nuevos modelos de masculinidad necesarios para las personas.

Son racionales

La masculinidad también se asocia con un lugar de represión de las emociones: “nos enseñan que somos racionales, como si eso fuera equivalente a que no somos emocionales; no podemos llorar cuando estamos tristes, o decir que tenemos ansiedad cuando no nos sentimos bien, y eso tiene efectos nocivos para nuestra salud”.

Esa mirada binaria polarizada, estereotipada, donde lo masculino y lo femenino se contraponen, donde los varones son racionales y las mujeres emocionales, nada tiene que ver con la realidad. Todas las personas tenemos ambos aspectos, y establecer lo contrario tiene un impacto fuerte en la salud mental masculina.

César Torres menciona que en términos estadísticos hay más diagnosticadas con trastornos psiquiátricos que varones. Eso se debe a que se establece una relación exacerbada entre la feminidad y la emocionalidad.

Hay una “bomba” que puede estallar en cualquier momento; es decir, “reprimimos emociones, no hablamos de cómo no sentimos, no nos atrevemos a expresar tristeza y ni siquiera emociones consideradas positivas, como felicidad. Por eso hay menor cantidad de diagnósticos psiquiátricos; cuando un hombre llega a los servicios de salud es porque ya tiene un padecimiento que lo desborda, y muchos no llegan porque se suicidan. Es necesario hablar de este tema”.

Ellos también creen que la salud sexual y reproductiva es un tema que atañe sólo a las mujeres. Padecimientos como el cáncer de próstata o infecciones de transmisión sexual permanecen ocultos porque somos educados como sujetos sanos, que “nunca se enferman”. Aún hay bastante por avanzar en este tema, concluye el académico.