Vivimos en una cultura que, peligrosamente, sexualiza los cuerpos infantiles e infantiliza a las mujeres para hacerlas “más atractivas”. Esto es sumamente peligroso en un país y en un mundo con altas cifras de violencia sexual, embarazos de niñas y trata infantil. México, por ejemplo, se ha convertido en una lugar con un fuerte  problema de prostitución de niños y con desgarradoras cifras de violencia sexual contra niñas.

Erotizar a los infantes es un problema grave. No por nada, la editorial Anagrama decidió cambiar su portada para la novela Lolita de Vladimir Nabokov, por una con una ilustración de Henn Kim que retrata la crudeza del tema del abuso sexual infantil. Con esto, la editorial deja de lado la imagen que erotizaba a Lolita, una niña de 12 años, víctima de un pederasta. Retratarla de otro modo sería una forma de normalizar el abuso.

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Las dos portadas de Lolita, de editorial Anagrama.

El tema del abuso de menores cobra víctimas de distintos géneros, pero es notablemente feminizada la erotización del cuerpo infantil. Ejemplo de ello es el modo en que se tratan nuestros genitales. Nuestra vulva cambia a lo largo de los años, es algo perfectamente natural: los labios vaginales crecen y cambian de color. Sin embargo, la industria de la pornografía promueve un tipo de vulva pequeña y de color rosa, como de niña y no como de mujer adulta. 

Como consecuencia, hay mujeres que se sienten avergonzadas por tener una vulva perfectamente sana (si quieres saber más sobre tus genitales, puedes informarte en Pussypedia). Hoy en día, hay toda una industria que capitaliza el deseo de tener un cuerpo “supuestamente” perfecto. Para modificar nuestros genitales hay cirugías, jabones vaginales con olor, métodos de depilación y de blanqueamiento vaginal que son cada día más y más solicitados. Al respecto, en 2008, la británica Lisa Rogers estrenó el documental The Perfect Vagina

No es un hecho aislado; a esto se suman los certámenes de belleza infantiles con pequeñitas maquilladas, con bikini, bronceado artificial y tacones -que se puede observar en el crudo trabajo fotográfico documental de Colby Katz.

Tampoco es trivial que la carrera de una modelo comience en la pubertad y culmine, en muchos casos, alrededor de los veinticinco años. Se le exige a las modelos tener cuerpos de adolescentes y no de mujeres adultas con bustos y caderas desarrolladas. Les piden perder centímetros de cadera, como lo señala la ex modelo sinaloense Emilia Bryan en su entrevista sobre la violencia en el mundo de la moda, a lo que ella describe como “cultura pedófila.” 

La cultura de la pedofilia de la que habla Bryan está sumamente normalizada. Vivimos rodeados de imágenes que son una apología a ésta. Nos corresponde aprender a detectarlas y denunciarlas por el bienestar de todas las personas, pero, sobre todo, para que las infancias puedan crecer libres de violencia.

© D.R. Eréndira Derbez, 2019.