Aunque los micromachismos están alejados de la violencia física pero no de la psicológica, sus objetivos coinciden: garantizar y perpetuar el control y la desigual distribución de derechos, tareas y oportunidades.

El terapeuta argentino Luis Bonino, quien definió estas conductas, hizo una tipificación de ellos:

Encubiertos

Son imperceptibles, se imponen bajo máscaras que los disimulan e impiden ver con claridad. Un ejemplo de ello es cuando se ignora a la mujer en determinado ámbito laboral simplemente por el hecho de ser mujer, sin importar sus capacidades.

Utilitarios

Con frecuencia suceden en el ámbito doméstico y están dirigidos a perpetuar el rol de la mujer como cuidadora y subordinada. Ella es la encargada del cuidado de los hijos y de todos los miembros de la familia que necesiten atención y cuidado.

Coercitivos

El hombre ejerce presión sobre la mujer para imponerse sobre ella. Esta presión puede ser psicológica, moral e incluso económica. Es “normal” que el varón tenga el mejor lugar en la mesa, sea quien maneje el control remoto de la televisión, etc.

También los juguetes que le regalamos a las niñas y los niños son otra muestra de micromachismos: muñecas, cocinas y escobas, para niñas; carros, disfraces de superhéroes y de policías, para los varones.

La efectividad de los micromachismos está sostenida por su imperceptibilidad y por la naturalización por parte de la sociedad patriarcal, por lo que tú, sin saberlo, seguramente has incurrido en más de uno.