Reunida con ocho mujeres periodistas, pregunté quién había sido víctima de acoso sexual. Las ocho levantaron la mano. Después pregunté quién había sido víctima de hostigamiento sexual. Seis de ocho. Por último, pregunté si alguna había sido víctima de violación. Respuesta: ocho de ocho. Ninguna denunció.

Las historias eran diferentes: tres fueron violadas antes de los 10 años por algún familiar; tres fueron violadas en su primera relación sexual por su pareja o amigo; una fue violada sin darse cuenta, pues había bebido de más, y la última fue violada sin entender que su relación era producto de un abuso de poder.

Estas ocho mujeres, que hacen una labor increíble al informar, que conocen de leyes, que estudiaron una carrera profesional, que son exitosas en sus trabajos, que entienden de derechos humanos y que se asumen como feministas, no denunciaron.

En todos los casos, previo a la violación hubo acoso sexual. En repetidas ocasiones, informaron a distintas personas la situación, pero nadie las escuchó o mostró alguna preocupación real. Cuando el acoso se convirtió en violación, ya no hablaron. Estas fueron algunas de sus razones:

  1. por miedo
  2. porque nadie les iba a creer
  3. por temor a defraudar a familiares o amigos
  4. porque se sentían culpables 
  5. porque no entendían que habían sido violadas
  6. para no vivir un calvario ante las autoridades
  7. para evitar ser expuestas o señaladas 
  8. porque cuando hablaron de acoso, la respuesta general fue: “es normal”
  9. porque la justicia no funciona para las mujeres
  10. por ignorancia

Nuestra sociedad tiende a culpar a la víctima. La culpamos por su vestimenta o por su comportamiento. Cuestionamos su ética, su integridad, su moral. Normalizamos las conductas de violadores, hostigadores y acosadores y les quitamos el peso de la responsabilidad cuando señalamos a la víctima por su forma de vestir, de andar, de estar, de ser, de vivir. Convertimos a la mujer en un objeto, en algo que no siente, en algo que parece que está obligado a servir sólo para fines sexuales.

Hace tres días, una bebé de un año murió en un hospital de Argentina. La autopsia reveló que la niña había sido violada. ¿Alguien se atrevería a culpar a una bebé por provocar al violador? Si la respuesta es no, qué te hace pensar que puedes señalar a cualquier otra víctima. Que quede claro: la culpa nunca es de la víctima, la culpa es del violador.

© D.R. Diana Vázquez, 2019.